El nuevo gobierno soviético se pronunció a favor de los “derechos del pueblo trabajador y explotado”. Reemplazó el Imperio de los Zares por una república de Soviets, una reunión de naciones libres. Proponían sustituir la Gran guerra (Tratado Brest- Litovsk) por la guerra de clases.
El autor sostiene que la flamante URSS y su salida de la guerra (Vergonzosa para algunos, ya que se perdía Ucrania y otros territorios) dieron el primer revés a la proyección internacional de la revolución. Sin embargo la guerra civil se hacía cada vez más dura; en 1918 nace le Ejército Rojo (Bajo la frase “la patria socialista esta en peligro”), que en su clímax llegó a los 5 millones de soldados. Debía enfrentar una contrarrevolución blanca apoyada por las potencias occidentales; Inglaterra, EEUU y Japón principalmente (Aunque ya en 1920 estaba disperso ¿Qué tan importante fue el apoyo recibido? Carr no lo especifica ). Se dieron numerosos tumultos en Francia, Alemania e Italia: Se temía (los sectores acomodados de la sociedad sobre todo) que una revolución de alcance mundial estaba madurando. Es más, la Internacional anunció la división del mundo en dos mundos y llamaron a la acción; el socialista y el capitalista. Edición que no duraría demasiado a su entender, pero cuando las revoluciones no se produjeron, culparon a los dirigentes obreros corruptos. Cuando en realidad, aunque duela decirlo, solo existía una minoría comprometida realmente con el comunismo. Por ejemplo, cuando el Ejército Rojo avanzó sobre Polonia, fue resistido duramente y debió retroceder. En este estado de cosas la tercera Internacional dejó afuera a los comunistas más tibios. Ya para 1921 la ola revolucionaria bajó notablemente su intensidad, relegándose el objetivo de la revolución mundial
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