viernes, 2 de enero de 2009

TRANSICIÓN A LA MODERNIDAD A TRAVÉS DE LOS Recuerdos de Provincia de Sarmiento (1)



“La literatura debe ser un estudio histórico porque es un arte histórico.” (2)


1.→ Literatura e historiografía, novela e historia, ficción y no ficción.
Se ha sostenido que la fragmentación en la historiografía a partir de los `60 y `70 es un hecho acaecido luego del agotamiento de los llamados grandes paradigmas, para desembocar en lo que algunos denominan historia en migajas. Fechar la crisis de estos grandes paradigmas de la que hablan muchos autores es un problema. Las consecuencias de la segunda guerra mundial y la constante especialización que se ha dado en las ciencias en general y en la historia, que no escapa a la regla general. Entre los historiadores se produjo una división y multiplicación en sus objetos de estudio y en sus maneras de abordarlos. Estos cambios en la disciplina científica, que trajeron incertidumbre y también cierto enriquecimiento, dejan una sensación de “vale todo” a la hora de escoger una temática y han abierto el abanico de técnicas investigativas para abordar dichos temas. Este peligro, o posible peligro, quedaría subsanado si los historiadores no dejan de lado los orígenes positivistas de la ciencia histórica y la correspondiente validación de sus dichos, inferencias e interpretaciones con las fuentes históricas pertinentes.
Luego de annales, entonces, se podría decir, que se produjo y se está produciendo una “competencia perfecta” (hablando en términos neoclásicos) entre múltiples corrientes (y algunas “no corrientes”) historiográficas. Incluso hay historiadores que no se adscriben a ninguna de las corrientes por considerarlas una especie de “jaula intelectual”. En otras palabras, ninguna de las nuevas tendencias que mencionaremos, ni las anteriores (que hay que aclarar que no desaparecieron sino que pasaron de un primer plano a otro secundario.) lograron acumular el suficiente capital simbólico como para poder afirmar que obtuvieron un dominio hegemónico del campo intelectual(3). Entre los 60 y 70 surgieron al menos tres corrientes o tendencias dentro de la historiografía. Nos ocuparemos más intensamente de la última:
Principalmente en EE.UU. floreció la historiografía cuantitativa que proponía una “matematización de los esquemas”. Y ponía énfasis en el manejo de la macro estadística. También usaba simuladores informáticos para reconstruir batallas y estadísticas, esto visto con desconfianza por muchos historiadores.(4)
La microhistoria: Nace en Italia de la mano de Carlo Guinzburg y Giovanni Levi. Plantea una reducción de la escala de análisis, recuperar al “individuo”. La escritura de esta historiografía roza, o al menos posee muchos rasgos, con la biografía. La microhistoria esta asociada a la antropología, ya que toma de esta su análisis de grupos “manipulables”. Los microhistoriadores critican el estructuralismo y relatan la historia desde el punto de vista del individuo, utilizan como hilo conductor de su investigación el nombre. es decir se busca en los archivos disponibles(catastros, cartas, y otros documentos) en donde pueda aparecer el nombre del sujeto en cuestión, mediante este procedimiento se intenta reconstruir las relaciones sociales en las cuales el individuo estuvo inserto y si es posible observar como los problemas estructurales afectan al ser humano de carne y hueso.(5)
El Giro Lingüístico surge en la década del `60 y pone especial atención en el lenguaje. Todos los problemas pueden ser reducidos a eso. La historia no posee, según afirma esta corriente, grandes diferencias con el relato literario o ficcional. Aquí el estilo y la retórica le quitan protagonismo al cientificismo (es decir lo que llamaré el “núcleo positivista” que deben tener los historiadores). El fundador de esta escuela es Hyden White. Él y sus adeptos proponen el retorno a la historia narrativa. Sin embargo autores como Chartier y Devoto se resisten a la controvertida historia narrativa de Hyden White y se niegan a aceptar la similitud entre el discurso histórico y el literario. Ambos coinciden, también, en la crisis y agotamiento de los grandes paradigmas. (6)
Cuando decimos literatura, nos referimos a un término que designa un acto peculiar de la comunicación humana y que podría definirse, según la palabra latina que le da origen, como arte de escribir, es un arte cuyas manifestaciones son las obras literarias, es decir, creaciones artísticas expresadas con palabras, aun cuando no se hayan escrito, sino propagado boca a boca, según la definición de Rafael Lapesa. Cualquier testimonio escrito no es literatura; sólo lo serán aquellos que estén realizados con arte. Una obra literaria tiene un valor estético o atractivo en sí misma, que hace que sea apreciable. Entonces, para que un testimonio escrito tenga valor literario debe aglutinar las siguientes particularidades: intención del autor en realizar una creación estética; uso de un lenguaje literario, lo que no significa que tenga que estar cargado de figuras retóricas o de vocablos cultos y poéticos; validez universal, esto es, que no vaya dirigida a una sola persona (receptor individual), sino a un público general y desconocido (receptor universal); destinada a gustar, a proporcionar un placer estético por encima de consuelo, alegría, información o formación (7) .
Los defensores del giro lingüístico reabren la posibilidad de que la historia, después de todo, sea una rama de la literatura, con la particularidad que esta trabaja sobre materiales eruditos. Ya que afirman que la pretensión de obtener una imagen verídica del pasado no es monopolio único de los historiadores. No hace falta que aquí se mencione que esta corriente narrativista no logró diluir el carácter científico de la historia. ¿Pero pasó de largo así nada más? Nada de eso, dentro de esta historia en migajas que mencionamos, y por fuera de la historia de la literatura, se cree válido utilizar el arte literario como fuente histórica. Según Berger la novela es el género literario más útil para tener una imagen de la vida, tanto del pasado como del presente, en varios de sus aspectos. Ya que, una obra literaria, puede hacer una crítica a la naturaleza humana y a la sociedad, mediante el relato y los personajes. Para reforzar esto cita varios ejemplos de la novela realista; Samuel Richardson escribió la famosa novela Pamela, o la virtud recompensada (1740), que narra en forma de cartas la historia de una joven doncella obligada a defender su honor. (8) En la misma línea se encuentra Trilling, quien rescatará la impronta histórica que se encuentra intrínsecamente relacionada con las expresiones literarias, así como también, este autor, señala una filtración casi constante de las ideas del autor en sus creaciones literarias (9) .
Estos autores parecerían tomar una tercera posición, con respecto a la literatura y a la historia, que iría más allá de si la historia es o no un relato del pasado con pretensión de verdad que, en todo caso, no estaría alejado de una obra literaria. Si bien el autor reconoce el status científico de la historia, cree que no existe razón alguna por la cual la novela no pueda al mismo tiempo que enseñar, distraer y entretener, ser útil como fuente histórica. La crítica que Berger parecería hacerle a los narrativista es que la literatura no tiene por qué intentar disputarle posiciones a la historia o intentar situarla dentro de su campo intelectual. La literatura no tiene por qué estar desafiando a la ciencia, sino que debe verse simplemente como otra forma de conocimiento. Esto es así debido a que la novela y las ciencias sociales procuran describir y explicar la conducta social. En otras palabras el arte en todas sus formas nos puede suministrar conocimiento aún cuando no sea una ciencia. De ahí se coaligue la no existencia de rivalidad entre ciencia y arte; ambas tienen como meta la comprensión.(10)
Berger también postula que entre ambos campos de conocimiento existe una relación simétrica (o al menos debería existir), ya que la ciencia dieciochesca y decimonónica ha tenido notable influencia en el campo literario: Julio Verne demostró su devoción por la ciencia en el siglo XIX. Influenciado por los logros de la ciencia y la técnica de ese siglo, escribió fantásticas aventuras donde mencionó naves espaciales, submarinos, etc. mucho antes de que aparecieran estos inventos. Asimismo en varias obras Isaac Asimov se nota la influencia de los avances en materia informática. No quiero ahondar en ejemplos, pero el cine también ha producido muchos productos influenciados por la ciencia: Robo Cop y la zaga Terminador. Que si bien, al igual que Julio Verne, tienen un alto componente fantástico, se puede ver tras ellos un contexto donde se respiraba en el ambiente la vertiginosidad en el avance de la electrónica y la computación, no sin entrelazarse lo anterior con críticas a la sociedad y a la moral.
Entonces, compartimos con Berger la idea de que lo pernicioso no está en que los novelistas o artistas de cualquier género reaccionen, critiquen y se vean influenciados por las ciencias, esto puede resultar hasta pedagógico. Donde surgen problemas es al ambicionar sustituir a la ciencia por la literatura. Como ya se dijo, se obliga a comprender que ambas poseen "su valor", son fuente de conocimiento pero por separado: La novela (y la literatura en general) acostumbra a narrarnos historias (11) imaginarias, las ciencias sociales tratan de postular una serie de proposiciones relacionadas entre sí, con las pruebas que las puedan corroborar, acerca de lo que consideran que es el mundo real. Sin embargo la novela no sólo entretiene, sino que puede manifestar características de la vida de una sociedad. Mediante la literatura el autor se nos acerca a su sociedad y a la ideología de su gente, nos presenta el mundo en que vive, remarcando los acontecimientos y los hechos que cree más necesarios para el entendimiento de la sociedad en que vive (12) . Sin embargo, como sostiene Trilling, la literatura es ajustada por su lector como histórica, ya que él significado dado a las obras literarias es conformado por una interpretación de sucesos personales, nacionales, cosmológicos. En otras palabras, muchos pueden leer obras producidas en contextos diferentes o incluso totalmente distintos y ajenos al del lector, pero esa misma obra puede cobrar nuevos significados.(13) Hay obras que trascienden su contexto y son leídas luego, con nuevos señalamientos; como Romeo y Julieta. Eso mismo es lo que hará Sarmiento cuando lea autores clásicos (mejor dicho libros que se refieren a ellos), les encontrará un nuevo significante, se sentirá su heredero y se verá reflejados en ellos, se sentirá un “héroe”.
Podemos afirmar, de acuerdo con Trilling, que en la historicidad de la obra literaria es donde reside su verdadero valor. Los autores que más se disfrutan leer son aquellos que escriben con más énfasis sobre fenómenos políticos y sociales de su tiempo. El problema principal sería establecer cuál es el real sentido de una obra en relación a su contexto de producción. También se debe tener en cuenta la intencionalidad de quien escribe, la jerarquía de las ideas que implícitamente manifiesta el autor, es que nos da cuenta de las influencias que él mismo encierra y de su relación con el medio en el que se desenvuelve. Pero Trilling también advierte que es necesario hacer de la historia un conocimiento más preciso. Entonces concluimos que a las obras literarias pueden ser consideradas fuentes históricas, sin embargo no se las puede considerar como fuentes primarias: no son censos, ni son catastros, pero se las puede hacer hablar sobre el tiempo en el cual fueron redactadas. En cada una de las palabras que las componen se siente el latir de una época convulsionada por los conflictos y las contradicciones que caracterizan el momento en que fueron producidas. Sarmiento fue un hístor, testigo no solo en cuanto sabe, sino en tanto que ha visto (14) . Marc Bloch no podría haberlo enunciado mejor “Un documento es un testimonio; [...] no habla si no se lo interroga. Lo difícil es redactar el cuestionario” (15) . Es decir que las obras literarias sí pueden ser utilizadas como fuentes históricas. Teniendo el cuidado y el rigor necesario que exige toda fuente, sin olvidar las características particulares de las fuentes literarias que intentamos mostrar en este apartado.
La novela puede o no tener un "fondo histórico". Es decir, puede estar o no contextualizada en tal o cual período de la historia. Sin embargo sus personajes y las acciones que ellos realizan no necesariamente deben tener pretensión de verdad. Por eso no es reprochable que en la novela (como en el resto de la literatura y del arte) existan deformaciones, exageraciones, subjetivismos extremos que nos describan situaciones maniqueas, etc. Además a los productores de literatura sólo les basta con conocer un período histórico para situar personajes y situaciones de la ficción en sus relatos. En cambio los historiadores intentan reconstruir el pasado en base a testimonios orales, escritos, arqueológicos, etc. Sometidos al rigor del método científico, "lo que exactamente sucedió" (16) como decía Ranke, es el fin último de todo historiador de buena fe, es ese horizonte hacia el que caminamos pero al que nunca llegaremos. O sea que al historiador se le exige veracidad antes que belleza, al literato belleza principalmente.
Recapitulando: Literatura, "que básicamente significa <> (en latín literatura, de litera, letra del alfabeto), para cubrir un cuerpo dado de material escrito -literatura inglesa, literatura infantil-" (17) así define Ong a la literatura. En cambio la historiografía es definida por Carlos Rama como "el panorama de conocimiento teórico desde sus inicios hasta nuestros días"(18) . Teniendo en cuenta estas dos afirmaciones podemos afirmar que la literatura está más emparentada con el arte. Por eso es que debemos afirmar que es erróneo decir que la historia es una rama de la literatura, ya que, si bien las dos se valen de la palabra escrita, de la litera, la historia posee distintos medios de investigación y su objetivo es hacer comprender procesos históricos reales antes que proporcionar entretenimiento. Esto sería el fin último de la literatura.
Pero aún se debe agregar que en este trabajo se está en parte de acuerdo con Jauss en lo siguiente: la utilización de medios de ficción puede ayudar a que el público lector de la historia pueda comprender mejor el resultado de la investigación científica. "Hoy quisiera legitimar el empleo de la ficción en la historiografía, reivindicando como formas elementales de la representación, los medios propios de la ficción utilizados por la historiografía. Estos medios permiten extraer, de algunos procesos difusos de la realidad, una experiencia histórica, modelarla e incluso transmitirla. Su empleo sirve a la historiografía, no sólo para comunicar los resultados de la investigación científica hacia un público <> sino también para establecer, entre el presente y el pasado, un puente capaz de hacer inteligible, y en este sentido comunicable, la actividad de los lejanos y extraños mundos históricos". (19) Cabe aclarar que no se coincide con el citado autor cuando éste afirma que desapareció la dicotomía clásica entre la ficción (o res fictae) y el hecho (o res factae) ya que si esta dicotomía no existiese, la historia sería, como afirma Joseph Fontana, solamente "un simple cuento a narrar" (20)

1. a. Las características particulares de la autobiografía como fuente histórica.
La obra literaria que analizaremos aquí es Recuerdos de provincia: una autobiografía de Sarmiento. Por lo dicho supra, entendemos qué se trata de una obra literaria, de una obra de arte, en tanto y en cuanto está hecha con el fin de agradar al público. Al público universal, ya que va destinada a "mis compatriotas". Pero aparte de esto, de la misma manera posee pretensión de verdad.
La polémica abierta sobre literatura e historia, las más de las veces, contrapone y confronta a la novela y al relato histórico. ¿Qué hay de la autobiografía?:
En líneas generales se cree que en los trazos más gruesos, no escapa a “las reglas generales” que atañen a la literatura en general y a la novela. La obra que hace de objeto a este trabajo tiene pretensión de verdad y estética de ensayo, de humor, de ironía y de opinión. Sin dejar de mencionar una incipiente erudición en algunos pasajes determinados. Por eso creemos conveniente destacar algunas particularidades de la autobiografía como fuente histórica: " La historia de la autobiografía es, en este respecto una de las fuentes de información más valiosas: en primer lugar porque indirectamente podemos observar de qué naturaleza eran en el pasado las actitudes y perspectivas de los hombres, de qué modo y para qué fines se observan así mismos; además podemos ver cómo las distintas situaciones sociales e históricas han favorecido distintas formas de la personalidad, y cómo estas distintas formas de actitudes y sus perspectivas desempeñan inconscientemente ciertas funciones sociales.”(21) Según Prieto, la autobiografía surge en la Europa moderna como un intento de lograr la exaltación de la propia persona. Aquel que escribe sobre su propia vida siente una especie de desacople entre la vida de su propio ser y la el resto de sus contemporáneos. Casi siempre el autobiógrafo se siente custodio o encargado, dependiendo el caso, de ciertos valores que se consideran correctos y avasallados por una realidad imparable en el primer caso; Llámese industrialismo, modernidad, etc. En el caso contrario, el escritor sería el encargado de levantar las banderas de valores nuevos, contra quienes viven "bajo el limbo de los valores tradicionales." (22) Aunque, grosso modo, esto último es una de las cosas que intenta Sarmiento con sus Recuerdos, sería un grave error no matizar debidamente éste punto.
Para Prieto el principal aporte del estudio de la producción autobiográfica argentina sería “deducir de ella la índole de cada actitud y perspectiva: conocer de qué modo y para qué fines reflexiona sobre sí mismo el hombre argentino: destacar las situaciones históricas y sociales que han favorecido diversas formas de la personalidad (...) análisis de las metas de éxito, como, vías de realización y frustraciones de la personalidad. Observar los trastornos políticos económicos y religiosos que afectan el normal funcionamiento del individuo.” (23) Sería entonces, la autobiografía, como una especie de termómetro social. Nos permitiría conocer al autor, pero sobre todo, a través de su opinión, podemos tener una imagen de la sociedad en que el texto fue producido. No es que la imagen que se nos de, sea tomada como una verdad absoluta. Aquí es donde interviene el historiador para "juzgar" hasta qué punto los dichos son exagerados, presumiblemente verdaderos o falsos. Como el propio Sarmiento dice refiriéndose a su obra; "Mis apuntes biográficos sin valor por sí mismos, servirán de pretexto y de vínculo, pues en mi vida tan destituida, tan contrariada, y, sin embargo, tan perseverante en la aspiración de un no sé que elevado y noble, me parece ver retratarse esta pobre América del sur, agitándose en su nada, haciendo esfuerzos supremos por desplegar las alas y lacerándose a cada tentativa contra los hierros de la jaula que la retiene encadenada. "(24) Para el historiador entonces, no valen tanto las anécdotas en sí mismas (aunque entretienen; función de la literatura), lo que realmente interesa es lo que ellas pueden aportar al conocimiento de esa sociedad. Con respecto a este tema Prieto se pregunta hasta qué punto puede aceptarse el valor testimonial de la autobiografía. El autor señala como negativo que se pretenda leer exactamente lo contrario de lo que afirman los diarios y memorias. Lo que si advierte Prieto es que se utiliza “un tipo de memoria simbólica”. Argumenta que la experiencia de recordar implica como condición sine cua non; una reconstrucción, donde la imaginación se convierte en un elemento fundamental.
Por último, otro punto a destacar es la autobiografía como medidor deliberado de conciencia, mejor dicho, de autoconciencia del individuo que escribe. Es decir, en una buena autobiografía, podemos observar cómo se sitúa el escritor asimismo en su contexto histórico. Y podemos, de esta manera los historiadores, evaluar desde nuestra perspectiva la precisión con que, en su momento, fue capaz de darse cuenta y dar cuenta de la complejidad del contexto en donde escribió su autobiografía.

2. → El advenimiento de la modernidad.
¿Qué entendemos por "modernidad"? Entendemos por modernidad dos series de cambios que comenzaron a darse a fines del siglo XVIII en el viejo continente. Podemos clasificarlos, a riesgo de ser arbitrarios, en materiales e ideológicos. Dentro de los primeros podemos mencionar la revolución industrial inglesa; un proceso de evolución tecnológica que trae como consecuencia el paso de una sociedad basada en una economía agrícola “tradicional” (25) hasta otra determinada por procesos de producción industriales para fabricar bienes en serie a gran escala. Pero no sólo eso, de la mano del vapor también se avanzó en la mejora y creación de medios de transporte; el ferrocarril, el barco a vapor y hasta el automóvil en el siglo XX. Ya en el siglo XIX se haría engorroso mencionar todos los inventos y descubrimientos que cambiaron la cultura de la humanidad: avances en la industria química, en las comunicaciones telegráficas, en la industria armamentista, etc.
En el plano ideológico no caben dudas que el liberalismo, sobre todo después de comenzada la Revolución Francesa, es la innovación más amplia y la que más rápido ha llegado a esta parte del mundo. Al menos más rápido que los cambios materiales que mencionamos. Cuando hablamos de liberalismo, no debemos perder de vista el sentido polisémico del concepto. En la definición de liberalismo propia del siglo XVIII, el liberalismo es considerado como una totalidad. Sin embargo el liberalismo del siglo XIX (y de principios del siglo XX) aparece fragmentado en tres vertientes no excluyentes la una de la otra; el liberalismo intelectual se caracteriza por el espíritu de tolerancia y de conciliación para con los disidentes. El liberalismo político se opone al despotismo, pugnará por un gobierno representativo y democrático. Por último el liberalismo económico se apoya sobre dos principios; la riqueza y la propiedad. Es partidario de la no intervención estatal en la economía, del libre comercio y es el fundamento de la doctrina capitalista. (26)
Estos son, grosso modo, los que Berman (27) denomina procesos de modernización; vorágine moderna. Estas ideas, que se fueron filtrando poco a poco en el Río de la Plata, estallan con la revolución de mayo. Esto, según Prieto, genera consecuencias, ya que el hombre precisa mostrarse razonable y capaz frente a lo que podríamos llamar opinión pública (28) , la cual trascendió las altas esferas de la sociedad y produjo cambios, asimismo, en la clase dirigente (29) .Williams (30) plantea este proceso desde dos aspectos principales: por un lado a través de los cambios semánticos que se dieron como reflejo de los cambios materiales y político-sociales que mencionamos: Entre fines del siglo XVIII y la primera mitad del siglo XX, cinco palabras aparecieron: industria, democracia, clase, arte y cultura. Aparecieron con su connotación actual.
Todas esas palabras y sus nuevos usos conforman en el tiempo un registro de mudanza de las ideas de la naturaleza y su afinidad en la relación con las actividades humanas y la sociedad en su conjunto. Es decir que las palabras “se adaptaron” a la nueva coyuntura, daban cuenta de elementos nuevos o con algún remoto antecedente. Seguramente democracia, en los círculos instruidos al menos, era algo propio de los antiguos: en este periodo de transición significaba, o comenzó a significar, sufragio, elecciones, soberanía popular, derechos, etc. Por el otro lado, le presta tención a la emergencia de la literatura romántica como “termómetro” para medir como fue tomada la modernidad. El romanticismo fue un movimiento literario que dominó la literatura europea desde finales del siglo XVIII hasta mediados del XIX. Se caracteriza por su entrega a la imaginación y la subjetividad, su libertad de pensamiento y expresión y su idealización de la naturaleza. Ejemplos de esta literatura son:
→ William Wordsworth (1770-1850), poeta inglés, uno de los más consumados e influyentes escritores del romanticismo inglés. Su estilo y sus teorías renovaron la literatura poética de su país. Durante su juventud manifestó un marcado amor por la naturaleza, y llevó a cabo frecuentes visitas a lugares de gran belleza natural, como el viaje que realizó a pie en el verano de 1790, atravesando Francia y Suiza (31).
Podemos decir, junto con Williams, que el énfasis en el amor y la correspondencia era necesario no sólo en el marco del padecimiento inmediato sino contra el individualismo agresivo y las relaciones primordialmente económicas que la nueva sociedad encarnaba. Es decir, un rechazo y un intento de alejamiento de esa sociedad industrial. Esto, como mencionamos ya, idealizando sobre manera la sociedad pre industrial. Pero como decía Peter Laslett, la desigualdad y la explotación no fueron un invento de la revolución industrial, lo que sucedió es que ésta cambió radicalmente las formas de esas desigualdades. (32)
Pasado un tiempo, surge la novela industrial. Aquí puede observarse una “aceptación” de la modernidad como un hecho consumado. Así como los ludistas destruían las maquinarias, rechazando y negándose a aceptar lo que se daba, los cartistas y los cooperativistas, tomando como irremediable el advenimiento de lo que llamamos modernidad, se proponían pelear por un mejor lugar en un mundo moderno que no tenía ya vuelta atrás. Se generaron muchos mitos nostálgicos entorno de los "paraísos perdidos premodernos" (33)
Los principales ejemplos de la novela industrial son los siguientes:
→ Mrs. Gaskell; Mary Barton (1848) Donde se presta atención al sufrimiento industrial. Dramatiza la situación de la primera generaciones de personas llevadas de las aldeas y el campo a las ciudades industriales. En su otra obra Norte y sur (década del 50) refleja una menor tensión. Se trata de unificar, a través de un casamiento, la energía práctica del fabricante del norte con la sensibilidad desarrollada de la chica del sur. Se ve, al fin y al cabo, un intento de humanizar a la industria.
→ Dickens, Tiempos Difíciles, de 1854, se observan críticas a la sociedad victoriana. No es una crítica a la fábrica sino al sistema que genera insatisfacción a la gente. Es más un síntoma de la confusión de la sociedad industrial que una forma de entenderla.
→ Isaac Disraeli (1766-1848), describe la “mugre” industrial. Nos cuenta sobre los Tommy shops, tiendas de las empresas en que los trabajadores debían canjear especie de vales por mercadería.
→ Charles Kingsley (1819-1875), en Alton Locke describe la explotación de la mano de obra en el negocio de la ropa.(34)
En suma, se ve la modernidad como algo negativo. Lo mismo que era visto como “el progreso” por los literatos de lo que será la argentina, sus homónimos ingleses lo vivieron de forma traumática. Para los ingleses era lo inevitable, entre los argentinos, se sentía que el país se estaba quedando relegado, relegado por la tiranía y la barbarie de Facundo y de Rosas."Ser modernos es encontrarnos en un entorno que nos promete aventuras, poder, alegría, crecimiento, transformación de nosotros y del mundo y que, al mismo tiempo, amenaza con destruir todo lo que tenemos, todo lo que sabemos, todo lo que somos... ser modernos es formar parte de un universo en el que, como dijo Marx, todo lo sólido se desvanece en el aire" (35) Parece ser que en América del sur, los opositores a Rosas tomaron la primera parte del razonamiento de Berman, los escritorios ingleses la segunda. El desarrollo de la modernidad como tragedia, como alianza con el diablo; Concluye Berman que es el viejo mundo el protagonista de la tragedia. Ese viejo mundo comienza a erosionarse a través del contacto con figuras marginales, explosivas venidas de afuera (Fausto) rebosantes de dinero, sexualidad e ideas y a través de la inflación de procesos que se generan dentro. Dos movimientos históricos radicalmente diferentes están comenzando a converger: La tragedia de la modernización es entonces, la de la propia destrucción del mundo premoderno.
Sarmiento, con respecto a este paso a la modernidad, tiene una mirada bastante compleja que pasaremos a explicar.
2. a. El paso a la modernidad en la Argentina.
Sarmiento, con respecto a la modernidad, adopta una actitud ambigua. No parecía molestarle el antiguo régimen en todos sus aspectos, o lo que recuerda, le contaron, o cree que era. Si bien en algunos pasajes crítica con dureza a la inquisición y la sed por los metales preciosos, que al no encontrarse en algunos territorios, no fueron los españoles capaces de crear riqueza de otro modo y se limitaron a organizar todo el espacio virreinal en función de los centros mineros: “La preocupación de los conquistadores era pasar por todas partes oro tan abundante como en el Perú y en México, la poesía colonial, los mitos populares, estaban reconcentrados en toda América en leyendas manuscritas que se llaman derroteros. A las que sólo faltaban, para ser verdaderos cuentos árabes, espantables dragones y gigantes descomunales.”
Y agrega:
“¡Labradores de América! ¡Valía más no haber dejado la alegre de Andalucía, sus Olivares inmensos y sus viñedos! La ubicación de la mayor parte de las ciudades americanas está revelando aquella preocupación dominante de los espíritus. Todas ellas son escalas para facilitar el tránsito a los países de oro; pocas están en las costas en situaciones favorables al comercio. La agricultura se desarrolló bajo el cargo de un curso de la necesidad y del desgano, y los frutos no hallaron salidas desde los rincones lejanos del puerto, donde estaban las ciudades.” (…)¡Ay de vosotros, colonos, españoles rezagados!” (36)
Pero a la vez Sarmiento destaca algunas figuras coloniales, que a pesar de eso, son los que intentaron traer las luces a estas tierras:“El Huarpe todavía hace flotar su balsa de totora para echar sus redes a las regaladas truchas; el blanco, embrutecido por el uso del caballo, desfila por el lado de los lagos con sus mulas, cargadas como las del contrabandista español, y si vais hablado de canales y de vapores como en los EE.UU., se os ríe, contento de sí mismo, creyendo que vos sois el necio y el desacordado. Y, sin embargo, en pie de palo está el carbón de piedra, en Mendoza el hierro... todo está allí, menos el genio del hombre, menos la inteligencia y la libertad. Los blancos se vuelven Huarpes, y es ya grande título para la consideración pública saber tirar las bolas (…) o rastrear una mula! La idea que el jesuita Ovalle echaba a rodar en los reinos españoles, sobre las bendiciones del suelo privilegiado de San Juán, es todavía 200 años después, un clamor sin ecos, un deseo estéril.” (37)
También gusta de comparar lo que el considera lo peor de la colonia con sus enemigos actuales Compara la mazorca con la inquisición:
“…así el verdugo de la pobre confederación, cuando ya no encuentra algún salvaje unitario que entregar al santo oficio de la mazorca, coge una Camila O Gorman, un niño de vientre, y un cura en pecado, para hacerlo matar como perro, a fin de refrescar de cuando en cuando el error adormecido por la abyecta sumisión de los pueblos envilecidos. El despotismo brutal nunca ha inventado nada nuevo. Rosas es el discípulo del doctor Francia y de Artigas en sus atrocidades, y el heredero de la inquisición española en su persecución a los hombres de saber y a los extranjeros. Los tres han embrutecido el Paraguay, la España y la república Argentina, dejándoles en herencia la nulidad y la vergüenza para años y siglos (…) La inquisición tenía sus frases de proscripción, herejes, judaizantes, como el salvajes unitarios de ahora; tan inenarrable es la filiación de estas ideas, el coronel Ramírez me a llamado judío.” (38)
Sin embargo rescata ciertos “pormenores curiosos” en la colonia; relata que bandadas de esclavos tocaban música para deleite de los amos, incluso dos esclavas “velaban” el sueño de su ama; “¡Costumbres patriarcales de aquellos en que la esclavitud no envilecía las buenas cualidades del fiel negro!” (39)
Tampoco reniega de la revolución; lo que a Sarmiento realmente le molesta es lo que Halperín llamó “La larga espera”. Esto es esa especie de punto muerto entre la colonia (que había llegado la hora de superar, pero que con sus límites, seguía siendo una civilización) y la modernidad propiamente dicha, esto es el progreso material e intelectual que Sarmiento había visto en los Estados Unidos y en Europa. El símbolo de este estancamiento, o retroceso, revolucionario es Juan Manuel de Rosas y sus secuaces. Sarmiento, siempre que puede, dedica algunas de sus líneas para reprender al “restaurador”. Para ilustrar esto cuenta la anécdota de una pirámide construida como recuerdo de la historia de la guerra de independencia, que debía conmemorar la expedición del ejército libertador de Chile. En 1839 uno de sus herederos reclamó el terreno en que había estado el paseo público.
“El interesado preguntó en mi presencia al ministro “¿y el pírame señor?” Quería decirle: “¿Qué hacemos con aquel monumento?”. A lo que el ministro contestaba con una bondad infinita: “en cuanto al pírame puede ser echar abajo...”
¡Yo lo he oído! Pocos días después escribí en “el zonda” un artículo titulado “la pirámide”, primera vez que las fantásticas ficciones de la imaginación me sirvieron para encubrir la indignación de mi corazón. No la han destruido todavía los bárbaros; se necesitaba comenzar por la cúspide, y no sabrían armar un andamio.” (40)
Después de todo, la revolución fue hecha por hombres coloniales. Miembros, los más, de la clase más acomodada. A ellos es a quien Sarmiento reivindica. Pero también deja un pequeño espacio para aquellos hombres, que si bien fueron virtuosos, no apoyaron la causa de la revolución, como el obispo Orellana. Dijimos entonces, que para Sarmiento, aun en las colonias más alejadas había fuertes baluartes de civilización. Esos baluartes se reflejan en las personas de don José de Oro, fray Justo Santamaría de Oro, el deán Funes y Del Carril. Don José Oro “mi maestro y mentor. Capellán del número dos del ejército de los andes. Mi inteligencia se amoldo bajo la impresión de la suya (…) debo los instintos por la vida pública, mi amor a la libertad y a la patria, y mi consagración al estudio de las cosas de mi país (…) Clérigo joven, ardiente y gaucho, hacía arreos de mulas para Salta (…) Hallóse en la batalla de Chacabuco y auxilió a varios moribundos en medio de la metralla.” (41)
Fray justo Santamaría de Oro: “Porque Oro, salido de una de las familias más aristocrática de San Juan, ha manejado el lazo y las bolas, cargado el puñal favorito como el primero de los gauchos. Oro a dado el modelo y el tipo del futuro argentino, europeo hasta los últimos refinamientos de las bellas artes, americano hasta cabalgar el potro indómito: parisiense por el espíritu, pampa por la energía y los poderes físicos.” (42) Sería una especie de héroe. El deán Funes es, el mejor ejemplo de hombre ilustrado ansioso por reformar la colonia: “Era Córdoba, entonces, el centro de luces y de las bellas artes coloniales. Brillaban su universidad y sus aulas; estaban poblados de centenares de monjes (…) las pompas religiosas daban ánimo de espectáculo a la ciudad, brillo al culto, autoridad al clero, y prestigio y poder a sus obispos. El canónigo Funes venía de la corte, había estudiado en Alcalá, glosado del trato de los sabios, y traía además tesoros de ciencia en una escogida cuanto rica biblioteca, cual no la había soñado la universidad de Córdoba. El siglo XVIII entero se introducía así al corazón mínimo de las colonias.” (43) Sarmiento Destaca su labor como educador y enumera a sus discípulos: Juan Cruz Varela, el doctoral Alsina, salvador María Del Carril, etc. “… de estos argentinos, los más ilustres, todos los que han desempeñado cargos públicos, están en el destierro o han muerto en las matanzas y en las persecuciones que les ha suscitado don Juan Manuel de Rosas.” (44) Se acusaba justamente al deán, según Sarmiento, de estar abriendo el campo a Volataire, Rousseau y a los jacobinos franceses. Se declaró el clérigo como “americano, argentino, patriota y revolucionario, a su amigo Liniers pudo decirle entonces como Franklin a lord Strahane: "vos sois miembro del parlamento y de esa mayoría que ha condenado mi país a la destrucción... voz y yo fuimos largo tiempo amigos. ¡Vos sois ahora mi enemigo!” (45) Con el encarcelamiento de Funes, "…la ciudad de Córdoba cayo en la contrarrevolución, apegándose y favoreciendo a cuanto caudillo quería ahogar la libertad en el crimen (desde) el bandido montevideano, hasta Bustos, el desertor de Arequito. El deán Funes, olvidado bien pronto por Córdoba y Buenos Aires, por ejecutivistas y provincialistas, a cuyos desmanes no quería prestar su sanción, se consagró al estudio de la historia de su patria.” (46) Del Carril es, curiosamente, uno de los pocos no sacerdotes que Sarmiento rescata; “Sed libres-les decía en la carta de marzo-que sois demasiado inhábiles para qué os tome por esclavos.” ¡Tenía razón! Los colonos españoles han mostrado el mismo sentimiento de los negros viejos emancipados, que prefirieran la esclavitud a la sombra del techo de sus amos, desechando una libertad que había exigido que pensasen por sí mismos.” (47)
Estos hombres y otros “Nos dan por resultado estos hechos: el convento, la teología, el milenario, la inquisición, viajes a España, la declaración de la independencia, Bolívar, que la termina, la guerra civil, los caudillos, Rosas y el destierro. Tres generaciones han bastado para consumar éstos hechos (…). Hay un momento como hay una persona que es a la vez el término medio entre la colonia y la república. Todos los hombres notables de aquella época son como el Dios término de los antiguos, con dos caras, una hacia el porvenir, otra hacia el pasado.” (48)
Eran el término medio, eran seguramente,” el baso medio lleno”. Eran los que dieron el gran paso que llevó a la independencia, que trajo las ideas de la ilustración y las ansias de progreso material. Hay que diferenciar este "término medio" del "estancamiento bárbaro" que se dio luego de la revolución. Para Sarmiento, con Rosas y Quiroga, se volvió hacia atrás, hacia la colonia, pero en sus peores aspectos. Sus más ilustres hombres y sus discípulos han muerto o se encuentran en el exilio, o simplemente han sido olvidados; "Había de llegar por fin-dice el ilustre patriota-, el día en que no fuese un crimen el sentimiento tierno y sublime del amor a la patria. Bajo el antiguo régimen, el pensamiento era un esclavo, y el alma misma del ciudadano no le pertenecía. Siempre en acción la tiranía, los vicios de los que nos han gobernado nos servirán de documento para discernir el bien del mal, y elegido mejor. Los reyes de España, bajo cuyo cetro de acero hemos vivido, temían la verdad; el que se hubiese atrevido a proferirla, habría sido tenido por mal ciudadano, por un traidor. Ya pasó esa época tenebrosa." ¡Ah! ¡Aún no ha pasado para vuestros descendientes, ilustre Funes! La negra nube, que pesó sobre las colonias tres siglos, rompióse un día para dejar escapar de su seno el 25 de mayo, Chacabuco, Maipú, la libertad de cultos, y los varios congresos argentinos, y se cerró otra vez, torva, hedionda, sangrienta. Desde entonces, como antes se temió la verdad, y el que se atreve a proferirla es llamado mal ciudadano, traidor.” (49)
Los caudillos, entonces, no son maléficos por el solo hecho de "restaurar las leyes". Lo que Sarmiento les critica es esa especie de "hibridación”, que sin embargo no es a juicio de Sarmiento sana. Los caudillos significan para Sarmiento el Termidor, la claudicación de las nobles ideas revolucionarias. Se nota en el cuyano una impaciencia de importantes proporciones para esperar el tan ansiado progreso, y se nota la idea y las ganas de ser él mismo (como dirá Alberdi) el líder de ese perfeccionamiento que espera para su país: “Tenemos una preocupación en América, que hace a hombres bien intencionados de la suma importancia del estudio de nuestra historia de colonos. Pero esa historia ha sido repudiada por la revolución americana, que es la negación y la protesta contra la legitimidad de los hechos y la rectitud y las ideas del pueblo de que procedemos. Norteamérica se separaba de la Inglaterra sin negar la historia de sus libertades, de sus jurados, sus parlamentos y sus letras. Nosotros al día siguiente de la revolución, debíamos volver los ojos a todas partes buscando con que llenar el vacío que debían dejar la inquisición excluida, el poder absoluto vencido.” (50)
Hasta aquí hemos hablado de la transición entre la colonia y el mundo moderno, vivido, como se ve, traumáticamente, por Sarmiento. ¿Pero qué hay de los aspectos culturales, de la vida cotidiana? Hay varios pasajes de la obra que ilustran bien el paso a la modernidad en estos aspectos y pueden darnos una idea de la magnitud del fenómeno estudiado, y de que la modernidad no llegó a todos lados al mismo tiempo. Pensemos que lo que hoy es la Argentina fue una parte totalmente marginal, incluso dentro del imperio español, hasta épocas tan tardías como mediados del siglo XVIII. Piénsese entonces, que este fenómeno que hemos dado en llamar “la modernidad”, se manifestó allí en el San Juan del siglo XIX; una pequeña ciudad venida a menos luego de la revolución.
Sarmiento ve a su madre como la persona que “instruye de cosas de otros tiempos, ignoradas por mí, olvidadas de todos” (51). Es uno de sus nexos, el más cercano afectivamente al autor, con el mundo que hemos perdido. Por eso su madre es la “heroína” de un pasado, si bien ya arcaico, aún ni en vías de ser superado: “Las industrias manuales seguidas por mi madre son tantas y tan variadas que su enumeración fatigaría la memoria con nombres que hoy no tienen ya significado. Hacía de seda suspensores; pañuelos de lana de vicuña para mandar de obsequio a España, algunos curiosos; y corbatas y ponchos. Practicado el arte de teñir…” (52) Sin embargo los santos y la higuera “fueron personajes más tarde de una trama de familia en que lucharon porfiádamente las ideas coloniales con las nuevas.” (53) A pesar de que la higuera “estaba perdida en el concepto público; pecaba contra todas las reglas del decoro y de la decencia; pero, para mi madre, es una cuestión económica, a la par que afectaba su corazón profundamente.” (54) Cuenta lo doloroso que fue cuando se decidió en su casa, por fin, cortar la higuera.; se conmovieron los hijos, Sarmiento y sus hermanas, con las lagrimas de su madre al ver como masacraban la planta que la acompañaba siempre en sus quehaceres. Otro tanto sucedió con dos cuadros al óleo de Santo Domingo y San Vicente Ferrer, de mal pincel según Sarmiento. La discusión se dio debido a que las hermanas de Sarmiento deseaban renovar el decorado de la casa y dichos cuadros les parecían anticuados y feos. Sin embargo, para doña Paula, eran objetos de veneración. Sarmiento señala que eso se debe a la transición entre las ideas coloniales y las modernas. Él ve como centro dinamador principal de esas ideas a Francia; “El siglo XVIII había avisado sobre la Francia y minado las antiguas tradiciones, envidiando las creencias y aún suscitando odio y desprecio por las cosas hasta entonces veneradas: sus teorías políticas trastornado los gobiernos, desligando la América de España, y abierto sus colonias a nuevas costumbres y nuevos hábitos de vida. El tiempo iba a llegar en que había de mirarse de mal ojo y con desdén la industria sabida de las señoras americanas, propagándose la moda francesa, y entrar el afán de las familias del ostentar holgura, por la abundancia y distribución de las habitaciones, por la hora de comer retardada de las doce del día en punto, a las dos, y aún a las cuatro de la tarde. ¿Quién no ha alcanzado a alguno de esos buenos viejos del antiguo cuño, que vivían orgullosos de su opulencia en un cuarto redondo, con cuatro sillas pulverulentas de baqueta, el suelo cubierto de cigarros, y la mesa por todo adorno con un enorme tintero, erizado de plumas de pato, sino de cóndor, sobre cuyos cañones, depuró antiguas, se han depositado cristalizaciones de tinta endurecida. Este ha sido, sin embargo, el aspecto general de la colonia, este es el mensaje de la vida antigua.” (55) Estas ideas, agrega sarmiento, “aquella impiedad del siglo XVIII-¡quién lo creyera!-Entraron en casa por las cabezas de mis dos hermanas mayores... empezaron a aspirar las partículas de ideas nuevas, de belleza, de gusto, de confortable, que traían hasta ellas las voces que habían sacudido y renovado la revolución.(…)destruir la tarima que ocupaba todo un costado de la sala, con su chuse (alfombra) y sus cojinetes, diván, como he dicho antes, que nos ha venido de los árabes... ¿por qué será consentido en dejar desaparecer el estrado, aquella poética costumbre oriental, tan cómoda en la manera de sentarse, tan adecuada para la holganza femenil, por sustituirle las sillas en que una a una y en hileras, como soldados en formación, pasa del ojo revista en nuestras salas modernas? Pero aquel estrado revelaba que los hombres no podían acercarse públicamente a las jóvenes, conversar libremente, y mezclarse con ellas, como lo autorizan nuestras nuevas costumbres… el espíritu de innovación de mis hermanas atacó enseguida aquellos objetos sagrados. Protesto que yo no tuve parte en este sacrilegio que ellas cometían, las pobrecitas, obedeciendo al espíritu de la época. Aquellos dos santos, tan grandes, tan viejos: Santo Domingo, san Vicente Ferrer, afeaban decididamente la muralla. Si mi madre consintiera en que los descolgasen y fuesen puestos en un dormitorio, la casita tomaba un nuevo aspecto de modernidad y de elegancia refinada, porque era bajo la seductora forma del buen gusto que se introducía en casa la impiedad iconoclasta del siglo XVIII. ¡Ah! ¡Cuántos estragos ha hecho aquel error en el seno de la América española! Las colonias americanas habían sido establecidas en la época en que las bellas artes españolas enseñaban con orgullo en Europa los pinceles de Murillo, Velázquez, Zurbarán, aparte de las espadas del duque de Alba, del gran capitán y de Cortés.” (56) Este pasaje es altamente significativo, es uno de los más nostálgicos para con el pasado hispánico. Es sorprendente como, no ya un mismo autor en distintas obras, sino en la misma, toma diversas posiciones sobre distintos aspectos de un tema: ¿Qué era la América española para Sarmiento? ¿La inquisición, el absolutismo, la sed por metales preciosos, la subexplotación de los recursos, el sometimiento de los indios? ¿O las luces de la universidad de Córdoba, una civilización, con sus límites, pero civilización al fin, sana tradición, fieles esclavos, Murillo y Velásquez, colonos con ansias de progreso? La respuesta sería que para Sarmiento todo eso junto es la América española; luces y sombras; lo intolerable es la barbarie, el termidor de la revolución encarnado en Rosas.
3.→ Contexto social y político local hacia 1850.
“Sarmiento utiliza la política para tener poder, el poder como medio de imponer el sistema ideológico de la ilustración.”Adolfo Prieto
Desde que un rico hacendado, Rosas, surge hacia la arena política, en torno a 1820, su figura se vuelve materia de una polémica interminable: responsable de una época de terror o como una especie de gigante: en su defensa de los intereses que hoy llamaríamos nacionales. (57) Rosas es para Sarmiento el enemigo a vencer, un obstáculo para la pacificación, organización y modernización del país. Sarmiento vivió y creció durante lo que Halperín denomina "La larga espera" (1820, 1852): en la Argentina esto significa caudillos, guerras civiles, desunión de las provincias, Juan Manuel de Rosas, violencia política como legítimo medio para dirimir las disputas, exilios, etc. Es un período donde, como dice Halperín (58) , "se espera", se aguarda para recoger los frutos de la emancipación latinoamericana. Se aguarda a que el orden colonial sea suplantado por un orden capitalista moderno. Este orden debía traer como corolario necesario ferrocarriles, telégrafos, puertos, un estado centralizado, inmigración europea, prosperidad económica, etc. Esto no es ni más ni menos que los planes de Alberdi y Sarmiento.
Todo el mundo sabía que Rosas no duraría para siempre, pero son estos dos hombres los que, de alguna manera, planearon que es lo que se debía hacer a su caída para consolidar los objetivos mencionados. Esa es la característica distintiva de la Argentina en el concierto latinoamericano; fue el único país que su posterior desarrollo económico, tras “el pacto neocolonial”, se hizo siguiendo una receta, un plan dictado de antemano. (59) La receta de Sarmiento la podemos encontrar en sus Viajes por Europa, África y América y en su libro Argirópolis que apareció junto con el analizado Recuerdos de provincia, es decir en 1850. Esto es menos de un año antes del pronunciamiento de Urquiza, a quien va dirigido el libro. Una vez anunciado el pronunciamiento del general Urquiza contra Rosas, Sarmiento vuelve a publicar su libro con su nombre, puesto que había recibido el apoyo de Urquiza en una carta que le decía: "Yo estoy colocado en la posición que usted tan vivamente deseaba". En suma, podemos decir que la vida de Sarmiento fue paralela a la vida política de Rosas. El cuyano vio el nacimiento, el auge y la caída de Rosas. Por lo tanto sus obras pueden resumirse en críticas a Rosas y a los caudillos y a la propuesta de proyectos alternativos para ser ejecutados después de su caída. Pero lo que más nos interesa es que Sarmiento cree que él mismo es el hombre indicado para llevar a cabo lo que se propone en sus escritos. Por eso la necesidad de hablar sobre sí mismo en Mi defensa y en Recuerdos de provincia. En Argirópolis da una vuelta más de tuerca a su proyecto: construir una confederación cuya capital estaría en la isla Martín García, siguiendo el modelo constitucional de los Estados Unidos, fomentando la inmigración, la agricultura, los capitales extranjeros, etc. Recuerdos de provincia parecería ser "la otra pata", en Argirópolis habla del proyecto, en Mi defensa, pero sobretodo en sus Recuerdos, intenta mostrarse asimismo como el hombre más apto para hacer el paladín de la modernización tras la caída de Rosas: “Sarmiento, que nació a los nueve meses de declarada la emancipación política del país, pudo decir, sin abusar de la metáfora que fue engendrado por la patria. Señalada por el siglo como por una fatalidad, su vida fue esencialmente una vida de servicio, destino relegado a la realización (…) del destino general del país. Las mejores etapas de soledad estuvieron presionadas por el impacto político que convulsionó el orden de las antiguas provincias del Río de la Plata. Respiró política en el aire de la aldea natal, se educó para la política, se exilió por la política, conformó su carácter en la dura palestra de la dirección política, escribió su autobiografía y buena parte de su obra gigantesca por razones políticas” (60). Para hacerse notar políticamente: “Tenemos decididamente una necesidad de llamar la atención sobre nosotros mismos, que hace a los que no pueden más de viejos, rudos y pobres hacerse brujos; a los osados sin capacidad, volverse tiranos crueles; y a mi, acaso, perdónemelo Dios, el estar escribiendo estas páginas” (61).Se ve la necesidad de Sarmiento de llamar la atención, haciendo una analogía entre los destinos nacionales y el suyo propio: “Aquí termina la historia colonial, llamaré así, de mi familia. Lo que sigue es esa transición lenta y penosa de un modo de ser a otro; la vida de la república naciente, la lucha de los partidos, la guerra civil, la proscripción y el destierro. A la estadía de las familias se sucede, como teatro de acción y atmósfera, la historia de la patria.” (62)
Su mayor defecto, dice Prieto, es la vanidad. Busca siempre el asentimiento de los otros. Esto hay que entenderlo en el contexto de la modernidad (ver supra); la revolución de mayo llevó a San Juan a imprevistas variantes, entre ellas un proceso vertiginoso de cambios, que como hemos visto, actuaron en la esfera política, económica y social. De esta manera “El horizonte vislumbrado de alguna manera por el niño Sarmiento se quiebra en una línea ecléctica. Es, cabalmente, el mundo de la inseguridad organizada de que habla Mannheim. Un mundo que produce algunos focos de ansiedad en los individuos, y estimula, como una réplica, un urgente anhelo de seguridad.” (63) . Podríamos agregar, a este anhelo de seguridad, un anhelo por sobresalir, de buscar reconocimiento, de manifestar de alguna manera su descontento con lo que le está sucediendo. También un deseo de buscar una especie de “mecenas”, es decir algún poderoso que esté dispuesto (y orgulloso, porque no) de contar con la ayuda de Sarmiento, de poner en práctica sus proyectos y de encumbrarlo en la política (Por eso, como se verá, es que rompe con Urquiza). Teniendo en cuenta lo anterior es que podemos entender aquellos pasajes donde Sarmiento escribió con dureza contra los chilenos. Debido a que, podemos suponer, no le dieron inmediatamente el lugar que él creía merecer: “… (Con el un artículo eh) castigado al Chile entero. Declararlo ingrato, vil, infame. Escribí no sé que diatriba; púsele mi nombre al pie, y llévela a la imprenta de "el progreso", poniéndola directamente en manos de los compositores, hecho lo cual me retire a casa en silencio, cargué las pistolas y aguardé (El artículo); me dejaba vengado y satisfecho de haber hecho un grande acto de justicia. Las naciones pueden ser criminales y lo son a veces, y no hay juez que la castigue sino sus tiranos o sus escritores. Quejábame del presidente, de Montt, de los Viales, para qué no escapase uno solo de mi justicia; y a los escritores y al público en masa (ataqué) con verdades horribles, humillantes, suficientes para amotinar una ciudad.” (64)
¿Qué son, entonces, los Recuerdos de provincia según el propio Sarmiento?: “El deseo de todo hombre de bien de no ser desestimado, el anhelo de un patriota de conservar la estimación de sus conciudadanos, han motivado la publicación de éste opúsculo que abandono a la suerte, sin otra atenuación que lo disculpable del intento. Ardua tarea es, sin duda, hablar de sí mismo y hacer valer sus buenos lados, sin suscitar sentimientos de desdén, sin atraerse sobre si la crítica, y a veces con harto fundamento; pero es más duro aún consentir la deshonra, tragarse injurias, y dejar que la modestia misma conspire en nuestro daño.” (65) Es más, el libro comienza con una frase disparadora que el autor toma de Montaigne, quien a su vez la cita de Aristóteles: “Decir de sí menos de lo que hay, en su necedad y no modestia; tenerse en menos de lo que uno vale, es cobardía y pusilanimidad.”
Recuérdese que ya no se estaba en la época colonial y que, como dice Prieto, y deja entrever Sarmiento, la competencia y las ansias de éxito y holgura económica visible son rasgos del hombre moderno: “El régimen de gobierno democrático que pretende instaurar (…) abre la esfera del poder para todos los habitantes del país. Cualquiera de los ciudadanos puede, al menos en teoría, desempeñar el más importante cargo político; esta mágica opción abierta a todas las capacidades, inaugura un sistema de competencia individual (…) El éxito es para el hombre occidental moderno, una forma de autorrealización similar a lo que fue la salvación durante la edad media. La búsqueda del éxito (…) contiene como una sombra interior la amenaza del fracaso, el fracaso de censura social y desprecio de sí mismo.” (66) Ya mostramos lo consciente que es Sarmiento de su situación y del mundo en vías de modernización en que vive. Sarmiento relata una especie de épica como "general" de un grupo de niños luchando en una guerra de pedradas: “Eran quinientos diablejos... nosotros instintivamente, retrocedimos temerosos de ser sepultados. Le tiramos una lluvia de piedras y los hicieron retroceder. El contraataque fue fatal.” Le dice a sus amigos Barrilito, Velita, Chuña, Gaucho y Capotito: “…os saludo desde el destierro en el momento de hacer justicia al ínclito valor de que hicisteis prueba. Es lástima que no se os levante un monumento en el puente aquel para perpetuar vuestra memoria. No hizo más Leónidas con sus 300 está tan os en las famosas Termópilas”. (67)
Ésta anécdota, sí la encontráramos impresa sola fuera del libro, creeríamos que se trata, con toda seguridad, de una sátira de Aristófanes. Pero sabemos que no es así, es parte de lo que Prieto ha llamado la “fatuidad” de Sarmiento; Sarmiento se jacta de ser uno de los mejores estudiantes, utiliza su pobreza (un rasgo negativo a priori) para exaltarse. A pesar de su pobreza, a pesar de su padre ausente, a pesar de Rosas, a pesar de todo “Yo creía desde niño en mis talentos como un propietario en su dinero, o un militar en sus actos de guerra. Todos lo decían en nueve años escuela no alcanzaron a una docena, entre los mil niños que debieron pasar por sus puertas, me aventajasen en capacidad de aprender”. (68) Podemos decir que Sarmiento puso su grano de arena para imponer ciertos rasgos de la mentalidad burguesa que predomina hasta hoy. Estamos hablando de reivindicar a aquel rico que comenzó su fortuna partiendo de un hogar precario, el "que la hizo desde abajo". En occidente, al menos, se suele reivindicar y resaltar como ejemplos a aquellos multimillonarios, burgueses, políticos, etc. de origen humilde que han llegado alto: el caso más paradigmático es el de Bill Gates, el magnate de la informática. Aunque sobran ejemplos de grupos musicales que comienzan tocando en humildes garajes. Sarmiento, como dijimos, transforma lo que podría ser para cualquiera, y más en la época en que escribió sus Recuerdos, un elemento de vergüenza y de descalificación; hablamos de la pobreza material: "Cuando yo respondía que me había criado en una situación vecina a la indigencia, el presidente de la república en su interés por mi, deploraba estas confesiones desdorosas a los ojos del vulgo. ¡Pobres hombres los favorecidos de la fortuna, que no conciben que la pobreza a la antigua, la pobreza del Patricio romano, puede ser llevada como el manto de los Cincinatos, de los Arístides, cuando el sentimiento moral ha dado a sus pliegues la dignidad augusta de una desventaja sufrida sin mengua!... la escasez era un acaso y no una deshonra. ¡Bienaventurados los pobres que tal madre han tenido!”. (69)
Otro rasgo interesante de Sarmiento es que, a pesar de ser un revolucionario y un convencido de la causa revolucionaria, dedica extensos párrafos para mostrar su noble origen (en el cual no están ausentes algunos personajes grises): “A mediados del siglo pasado el apellido Sarmiento se extingue en San Juan por la línea masculina(…) y a pesar de qué no logra constatar su descendencia y parentesco con el “adelantado Sarmiento, fundador de la colonia de Magallanes (…) , no obstante haber tradición de que los Sarmiento de San Juan eran vizcaínos como aquel. Habría saltado de contento de haber podido referir a tan noble origen mis esfuerzos por repoblar el estrecho. Entonces reclamaría como propiedad de familia aquel imponente pico llamado Monte Sarmiento, que alza su majestuosa frente en la punta de la América del Sur (…) Pero, debo decirlo en conciencia, no me considero con títulos suficientemente claros para tan altas y polares pretensiones”. (70) Además, a pesar de la situación económica desfavorable que obligaba a Sarmiento y su familia a restringir al mínimo los gastos, el joven Sarmiento se crió como un Hidalgo: " -¡oh, no! ¡Mi hijo no tomará jamás en sus manos una asada!-Y educación que me daba, mostraba que era ésta una idea fija nacida de resabios profundos de su espíritu. En el seno de la pobreza, críame Hidalgo, y mis manos no hicieran otra fuerza que la que requerirían mis juegos y pasatiempos."(71) Estamos de acuerdo con Prieto en que Sarmiento se deja llevar por los recuerdos aristocratizantes y despotrica, de tanto en vez, contra lo que él llama la “chusma” y el “gauchaje” no tanto por su odio caprichoso hacia las clases populares: “…podría interpretarse como una proyección de su inconsciente temor a ser confundido con ellos. Un medio de defensa trabajado por obscuras experiencias de la niñez y la juventud.” (72)
Por último, cabe preguntarse como fue recibido el libro de Sarmiento en su momento. Para ilustrar este punto haremos referencia a las famosas Cartas Quillotanas de Juan Bautista Alberdi, quien polemiza con más intensidad con Sarmiento luego de la caída de Rosas. El cerebral Alberdi en sus celebres Cartas Quillotanas denuncia la escritura extravagante que los Recuerdos (y su Campaña fundamentalmente), justamente en un país de varios próceres sin biografía. (73) “Sarmiento- continúa Prieto- habría incurrido en un delito de ostentación desvergonzadas dentro de los hábitos de una república democrática. Cierto es que el condenable ejemplo de Sarmiento le servirá (a Alberdi) para no incurrir en sus exageraciones.” (74) Alberdi, quizá, exprese el pensamiento que compartía buena parte de la élite con respecto a Sarmiento. Era visto como una especie de alborotador y de "loco", pero un loco con bastante talento y con la suficiente terquedad como para ser temido. Observemos detenidamente las palabras de Alberdi en una de sus cartas dirigida al propio Sarmiento: "Usted me ha dedicado su “Campaña” para demostrarme por ella que su cambio es resultado de faltas que atribuye al general Urquiza, y yo voy a demostrarle por su propia “Campaña”, sin pretender santificar a su adversario, que su separación no aparece allí con más origen que el interés de su propio engrandecimiento, interés que sin excluir el patriotismo de usted, explica enteramente su actitud de agitador. Hablando seriamente, usted concibió esperanzas de encabezar el partido liberal contra Rosas y las dejó traslucir más de una vez. Rosas contribuyó a darle esa ilusión más que el éxito de sus escritos lúcidos y patrióticos. Usted publicó su propia biografía en un grueso volumen encomiástico, que no dejó duda de que se ofrecía al país para su futuro representante." (75)
Para Alberdi, los Recuerdos de Sarmiento, como queda expresado, son para llamar la atención, son para escalar políticamente, para ser él el gran hombre. Alberdi, tiene, a nuestro juicio, razón en sus acusaciones. Pero no es menos cierto que su temperamento más reposado y su mente universitaria hayan ayudado a que sus intenciones (quizá similares a las que critica de Sarmiento) no sean tan notorias como las del cuyano.
En otro duro pasaje, el tucumano le achaca a Sarmiento por la indeleble huella que dejó Rosas en su vida: " Desgraciadamente, la tiranía que hizo necesaria una prensa de guerra ha durado tanto que ha tenido tiempo de formar una educación entera en sus sostenedores y en sus enemigos. Los que han peleado por diez y quince años han acabado por no saber hacer otra cosa que pelear.” (76) Pocas veces se ha visto, al menos para quien escribe, atacar, incluso injuriar de tal manera a una persona, con tanta delicadeza y cortesía, a la vez que cada palabra hiere como un bisturí. Alberdi está diciendo tras esa apariencia de objetividad matemática; “usted ha peleado, con su pluma, durante quince años contra Rosas. Rosas ya no está y usted ahora sólo sabe pelear, porque eso es lo que usted ha aprendido a hacer. Y es por eso que usted se ha enemistado con el general Urquiza, porque necesita si o si un enemigo a quien atacar.”
4. → A modo de conclusión: valoración general de la obra.
Vimos como los distintos textos literarios, y en especial la autobiografía pueden dar cuenta de síntomas de cómo el contexto social angustia, o puede influir en los destinos individuales. Y siendo más generales, podemos manifestar que la literatura puede ser usada como fuente histórica, con algunos cuidados particulares, se puede someter a la crítica como cualquier otro testimonio. (77)
Además con el texto estudiado hemos podido dar cuenta de “la transición a la modernidad”: cambios en la moda, en el decorado de la casa de Sarmiento, la poda de la planta de higo del patio, las dos caras de los últimos ilustrados coloniales (como el deán Funes), etc. No fue nuestro objetivo conocer por sí misma la vida de Sarmiento, intentamos manifestar como cada hombre recrea su propia vida según una mirada determinada según su contexto. Prieto no podría haberlo dicho mejor: “Alberdi (y algunos otros), controlan racionalmente su ingreso a un nuevo orden de cosas, y lo controlan en su totalidad, hasta que un instante de abandono deja oír el eco de profundas voces soterradas. Otros, finalmente como Sarmiento, viven el conflicto (de la modernidad y de su sociedad) con terrible dramatismo, desgarrados interiormente, puesta la cabeza en el nuevo orden, atrapado el corazón en el antiguo.” (78)
Para dar cuenta de la modernidad, se ha teniendo en cuenta el factor local en la misma medida que el factor global. Debido a que el mismo proceso (cualquiera que sea) puede desatar distintas consecuencias dependiendo del contexto en donde se inserte. Por ejemplo, vimos que en Inglaterra la modernidad fue entendida como tragedia (por largo tiempo al menos) por los románticos; apelando a la figura del Fausto (79) . En tanto y en cuanto que en estas tierras era visto como algo deseable y la Europa moderna repudiada por sus hijos, fue (junto con Estados Unidos) el deber ser para los románticos de Sudamérica. Esto no es extraño si se tiene en cuenta que los escritores calificados como románticos adoptaron las posiciones políticas más diversas: en Sudamérica y en países como Italia eran liberales. Los románticos ingleses, como Coleridge, se consagraron en la defensa de las tradiciones. Sin embargo Sarmiento se ve más influenciado por los románticos franceses y algunos de sus tópicos: lo justo, el héroe, el traidor, el miserable, el buen sacerdote, el pueblo, la instrucción, etc.
Por último, a pesar de que la obra fue sometida a un riguroso análisis histórico, es necesario rescatar su validez como obra literaria romántica. Tiene la capacidad de hacer reír, de entretener y de movilizar sentimientos. Las mentes no eruditas encontrarían en Recuerdos de provincia mensajes y significados, aunque alguno de ellos sean asimétricos a los que el autor quiso dar en su momento. Tiene la obra de Sarmiento los tres pilares del romanticismo político: el sentido del espectáculo; drama, heroísmo, sacrificio, grandeza. Una concepción sentimental y elocuente de la política; no trata sólo de cómo se debe gobernar, trata además de convencer, de impresionar y de entusiasmar. La piedad; no tanto hacia las clases populares propiamente dichas, pero si a la explotación y sojuzgación de los pueblos. Esto sin dejar de prestar atención a los problemas sociales. (80)

NOTAS
1Sarmiento, D. Recuerdos de provincia, Navarra, Biblioteca Básica Salvat, 1970.
2Trilling, L. la imaginación liberal, Buenos Aires, Emecé, 1967.
3Bourdieu, P. El campo intelectual: un mundo aparte. S/d.

4Hobsbawn, E. Historia del siglo XX, Buenos Aires, Crítica, 2005. Hobsbawn se refiere, no sin ironía, a ese tipo de estudios como “Ese tipo de cosas que les gusta hacer a los estadounidenses”.
5Levi, G. La herencia inmaterial, Nerea, Madrid, 1985.
6Chartier, R. “La historia entre relato y conocimiento”. S/d.
7tomado de enciclopedia Microsoft Encarta, “literatura” y “Rafael Lapesa”.
8Berger, M. la novela y las ciencias sociales. Hubo reales y mundos imaginarios, México, FCE, 1979
9Trilling, L. Op Cit.
10Berger, M. op Cit.
11Stories, no History. Ver Kosselleck, R., Futuro-Pasado,. Para una semántica de los tiempos históricos., Barcelona, Hurope, 1993.
12Berger, M. op Cit.
13Trilling,L. Op Cit.
14Hartog, G., El espejo de Heródoto, Buenos Aires, FCE, 2002, p., 247-248.
15Bloch, M., "Por una historia comparada de las civilizaciones europeas", en Godoy, G., y Hourcade, E., (comp.), Marc Bloch. Una historia viva, Lanus Oeste (Pcia de Bs. As), CEAL, 1992, p. 67.
16Ranke, L. citado por Hourcade,E. "el conocimiento histórico objetivo según Ranke.", en estudios sociales, Santa Fe, segundo semestre, 1991, PP. 209
17Ong, W. Oralidad y escritura, México, FCE, 1982, PP. 20.
18Rama, C. La historiografía como conciencia histórica, Barcelona, Montesinos, 1981, PP. 8.
19Jauss, H. "Experiencia histórica y ficción.", en Gadoffre, G. Certidumbres e incertidumbres de la historia, Colombia, EUN, 1997, PP. 143 y 144.
20Fontana, J. La historia después del fin de la historia, Barcelona, Crítica, 1992, PP. Veintitrés
21KarlMannnheim. Citado por Prieto, A. La literatura autobiográfica argentina, Buenos Aires, C.E.A.L, 1982.
22Prieto, A. Op Cit.
23Ídem. Subrayado propio.
24Sarmiento, Op Cit.
25El entrecomillado se debe a que la campaña inglesa era la menos tradicional de Europa. El sistema señorial estaba siendo rápidamente reemplazado por relaciones capitalistas en el campo. Ver Brenner, las raíces agrarias del capitalismo, S/d.
26Touchard, J. Historia de las ideas políticas, Tecnos, Madrid, 1981, pp. 402.
27Berman, M. Todo lo sólido se desvanece en el aire. La experiencia de la modernidad, Buenos Aires, Siglo XXI, 1988.
28Prieto, A. Op Cit.
29Di Meglio, G. ¡Viva el bajo pueblo! La plebe urbana de Buenos Aires y la política entre la revolución de Mayo y el rosismo. Bs. A.s, Prometeo libros, 2006.
30Williams, R. R. Cultura y sociedad 1750 – 1950. De Coleridge a Orwell, Buenos Aires, Nueva Visión, 2001.

31 Enciclopedia Microsoft Encarta 2007.
32Laslett, P. El mundo que hemos perdido, explorado de nuevo, s/d.
33Berman, M. Berman, M. Todo lo sólido se desvanece en el aire. La experiencia de la modernidad, Buenos Aires, Siglo XXI, 1988.
34Todos tomados de Williams. Op. Cit.
35Berman, Op. Cit.
36Sarmiento, D. Op. Cit.
37Ídem.
38Ídem.
39Ídem.
40Ídem.
41Ídem.
42Ídem.
43Ídem.
44Ídem.
45Ídem.
46Ídem.
47Ídem.
48Ídem.
49Ídem.
50Ídem.
51Ídem.
52Ídem.
53Ídem.
54Ídem.
55Ídem.
56Ídem.
57Prieto, A. Op Cit.
58Halperín, T. historia contemporánea de América Latina, Buenos Aires, Alianza, 2005.
59ídem.
60Prieto. Op Cit.
61Sarmientos, Op. Cit.
62Ídem.
63Prieto. Op. Cit.
64Sarmiento, D. Op. Cit.
65Ídem.
66ídem.
67Sarmiento,D. Op Cit.
68Ídem.
69Ídem.
70Ídem.
71Ídem.
72Prieto, A. Op. Cit.
73ídem.
74ídem.
75Alberdi,J. Cartas quillotanas, segunda carta, enero de 1853. Tomado de www. bibliotecavirtual. com
76Alberdi,J. ídem, primera carta, enero de 1853.
77Prieto. Op. Cit.
78ídem.
79Berman, Op. Cit.
80Touchard, J. Op. Cit.

AUTOR; EMILIO TOMASSINI

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